La imagen en movimiento genera espectáculo, técnica e
ilusión, sorprendiéndonos diariamente con el más difícil todavía. Desde la
antigüedad la especie humana ha plasmado con imágenes sus ideas,
sentimientos, logros, miedos y aversiones. La imagen, que fue pintada,
esculpida, grabada, impresa y fotografiada, consiguió el movimiento y el
sonido con el cine y llegó a los lugares más recónditos con la televisión y
el cine, convirtiéndose en inmediata y portátil con las nuevas tecnologías.
La sorpresa que siempre produce la imagen en
movimiento se acrecienta con el uso de las nuevas tecnologías, que aportan
mayores posibilidades de seducción al expresar de muy diversas formas en la
aplicación de los argumentos, las imágenes, los sonidos y los ritmos.
El espectador se hace cómplice con quienes hacen la
televisión y el cine al dejarse ilusionar y encandilar por la pequeña o gran
pantalla. El ojo fiel de la cámara relata con objetividad lo que le colocan
–verdadero o falso- delante los que hacen la televisión y el cine, que lo
enseña al espectador con su capacidad seductora y adictiva, aportándole
contenidos y datos, reales y ficticios, por lo que hay que acostumbrarse a
interpretar sus contenidos, sus lenguajes, sus manipulaciones y sus trucos.
Conocer elementalmente la relación entre ficción y
realidad en el medio televisivo y cinematográfico
Descubrir los códigos y recursos del lenguaje
audiovisual empleados por la televisión y el cine que posibiliten la lectura
crítica de sus mensajes, de sus valores formativos y de sus recursos
manipulativos.
Aprender los pasos de la realización de un guión
Descubrir los trucos y efectos especiales en
televisión y en el cine
Analizar y racionalizar el medio televisivo y
cinematográfico y sus mensajes con el fin de tomar posiciones ante las
verdades y las falsedades de la televisión y el cine.
Aceptar la televisión y el cine no como receptores
pasivos, sino como creadores activos, utilizándolo como recurso creativo y
como técnica de expresión personal.
Valorar la importancia de un guión en el hecho
televisivo y cinematográfico
Conocer y utilizar expresivamente el lenguaje creativo
de los medios.
Interpretar y producir mensajes con diversas
intenciones comunicativas, respetando otras formas de expresión distintas a
las habituales en su medio social.
Reflexionar sobre los contenidos televisivos y
cinematográficos y los valores que transmiten.
El guión y sus tipos
Ficción y realidad en la televisión y en el cine
La necesidad de la ficción
La manipulación
Los trucos y efectos especiales
Valoración positiva de la ficción
Análisis de la realidad/ficción
Compromiso de búsqueda de la realidad
Imaginar situaciones que pueden ser filmadas
Realizar guiones
Marco teórico
Los medios de comunicación que tienen como base
principal la imagen, presentan al espectador una nueva óptica de la
realidad. Esto proporciona al individuo y a la sociedad duplicidad de
visiones que crea como consecuencia dualidad ideológica, cultural y de
praxis, imposibles de adaptar y superar si no existe una crítica activa.
El ritmo de la imagen filmada es a veces más rápido
que el de la vida real, por muy vertiginosa que esta sea. En la pantalla
todo se soluciona o termina en poco tiempo, a diferencia de la vida real en
que los procesos son más largos. En una película o serie televisiva se
soluciona un crimen, un problema familiar, o una situación, en un espacio
fílmico de tiempo generalmente muy corto: de hora a hora y media. En la vida
real las soluciones tardan mucho tiempo, años, o no llegan nunca.
Inconscientemente pedimos más velocidad a las respuestas sociales.
(Martínez-Salanova)
Otra consecuencia de la multiplicidad de ópticas es la
dualidad creada entre realidad y ficción. El espectador ve una tras otra
escenas reales y ficticias sin atender a explicaciones ni comentarios. Ver
sin análisis violencia auténtica y violencia simulada crea insensibilidad a
ambas. Niños y adolescentes pueden creer inconscientemente que todo tiene
truco. No hay problema con los muertos pues más tarde "reviven". Es difícil
cambiar esta forma dual de apreciar la realidad si no se hace a partir de la
reflexión, la madurez personal, el estudio o la investigación, ya que lo que
en principio es problema de orden técnico o artístico, se convierte en
cambio cultural de valores.
La televisión misma, en una forma de dar respuesta y
cumplimiento al problema de la sensibilidad, al mismo tiempo que aumentar
los índices de audiencia, ha inventado con implantación mundial lo que se
llama "reality show", realidad espectáculo.
Los reality show son espectáculos montados sobre
hechos reales o sus reconstrucciones. Tanto pueden ser animadores del morbo,
enfermedad o patología nacional como instrumentos de bien público. La
televisión nos enmascara de tal forma sus contenidos e intereses que es muy
difícil entrar en ellos objetivamente.
El recelo está en saber si la cultura llega a límites
enfermizos porque vamos descubriendo nuestra propia sensibilidad o porque
debemos hartarnos de observar realidades enfermas para conocer la verdadera
existencia. La televisión se ha colmado de programas divulgativos sobre
enfermedades ya sean médicas, sociales, psicológicas o culturales. Existen
programas de realidad espectáculo y concursos o entrevistas sobre amor,
pasión, corazón, drama o vida íntima, que ahondan en patologías de revistas
del corazón.
Estos programas, ¿Son un bien público?, ¿Son
alimentadores del morbo nacional?, ¿Son solamente modos y maneras de
aumentar los índices de audiencia?. Para contestar es necesario introducirse
en profundidad en lo que cada programa influye en los espectadores de todas
las edades, y en lo que provoca en cada uno de ellos. Se hace necesario por
esta razón un debate familiar, educativo y social.
La televisión ayuda a penetrar "toda" la realidad en
los hogares de manera impactante y en poco tiempo. La velocidad a la que
recibimos los estímulos nos puede hacer caer en una verdadera esquizofrenia
de comportamientos. El engaño de lo visual, la dualidad entre el compromiso
visual y el real es una de las causas de la carencia de compromiso personal
y social entre el individuo y las necesidades del mundo de hoy.
Se viven con tanta intensidad en el televisor los
problemas del mundo, la destrucción del medio ambiente, el hambre, la
violencia, los derechos humanos, las enfermedades, las reivindicaciones,
etc., que puede parecer que ya están solucionadas. Se crea así en la
sociedad una disociación grave entre lo que se ve, se observa, se analiza o
se opina y lo que se participa. Los espectadores televisivos se convierten
también en meros espectadores de una realidad más o menos camuflada. Lo
mismo sucede con otras manifestaciones de la vida, ya que todo se contempla
en televisión: cine, teatro, conciertos, ópera, exposiciones, espectáculos o
debates. Es una concepción doble de la existencia. Por un lado el trabajo
cotidiano y los medios de subsistencia, que se perciben a velocidad real, y
por otro el mundo de las imágenes pequeñas que se sienten a otro ritmo, con
color y forma diferentes.
Discriminar la realidad en la televisión o en el cine
es difícil, entre otras cosas porque verdad y fantasía no son dos términos
absolutos (dicotómicos), sino que entre ambos existen muchas graduaciones.
Es cierto que pocas veces tomamos conciencia de que «la «realidad real» no
existe en la televisión», por mucho que ciertas imágenes parezcan serlo,
éstas son siempre interpretaciones de la realidad que unas determinadas
personas han captado en un momento determinado. Ya hemos visto en el
lenguaje de la imagen que con los enfoques, los planos, los ángulos, los
movimientos, el colorido, los textos hablados... los creadores del mensaje
audiovisual ofrecen su punto de vista, su visión personal de la realidad.
Cuando nos sentamos ante el televisor o en una sala ce
cine, nos metemos a fondo en la vida de los personajes, en sus diálogos y
actuaciones, en su carácter y formas de ser... hasta el punto que por
momentos marginamos, e incluso anulamos, nuestra propia realidad, para
sumergirnos en el nuevo universo que nos presenta la pantalla.
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