Volver a Educación y didáctica

Anexo 4

El país de los engaños

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez

Ir a Crear relato cinematográfico


El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


De la idea al guión

Aprender a contar historias con imágenes y palabras

Aprender a analizar la ficción

Anexo 1. El lenguaje vehículo de cultura

Anexo 2. Realidad y ficción en el medio televisivo

Anexo 3. Producción de películas Anexo 4. El país de los engaños

Anexo 4: El país de los engaños


Capítulo 4 del libro: «Escribir para la televisión», de Gerald Kelsey. Paidós, manuales de escritura. Barcelona 2004.

Desde sus inicios, la industria del espectáculo ha explotado y hecho abundante uso de los trucos e ilusiones visuales. En el teatro victoriano se las arreglaban para simular un barco navegando mediante el uso de pequeñas secciones de la cubierta, desplegando un lienzo color azul sobre el escenario y haciendo que niños pequeños gatearan por debajo del lienzo para producir el efecto de olas agitadas. Las viejas crónicas nos dicen que esto resultaba muy efectivo con audiencias que estaban siempre dispuestas a suspender la incredulidad excepto, quizás, en una memorable ocasión en que una compañía con pocos recursos tuvo que usar un lienzo muy viejo y raído y un chiquillo demasiado entusiasta, que intentaba crear olas particularmente gigantescas, rompió el lienzo y apareció de repente ante los espectadores en medio del «agua» junto al barco. Se dice que el actor, un hombre de muchos recursos, salvó la situación con el grito de «¡Hombre al agua!».

Hoy en día oímos a menudo que «la cámara no puede mentir». Puede que sea cierto, pero, según reza el dicho popular, también puede «dar la verdad con cuentagotas». Desde la invención de la cámara de cine no es necesario pedir al público que utilice su imaginación como se le pedía a aquellas audiencias del teatro victoriano, ni tampoco hace falta que el artista sea un hechicero que consiga inducirles a creer que ven algo diferente de lo que realmente tienen ante sus ojos.

Los primeros cineastas descubrieron rápidamente que al incrementar o disminuir el número de fotogramas por segundo era posible mostrar una velocidad de vértigo o una a cámara lenta, cosa que las primeras películas cómicas explotaron con gran éxito. El público, que no podía creer lo que veían sus ojos, contemplaba atónito y horrorizado cómo enormes locomotoras de vapor avanzaban tronando a toda velocidad hacia una aterrorizada joven encadenada sin remedio a la vía del tren. Veían coches conducidos temerariamente a través de calles llenas de peatones que esquivaban en el último segundo, y luego se estrellaban contra paredes de ladrillos para después desmontarse pieza a pieza a cámara lenta mientras el conductor, con más vidas que un gato, salía de la chatarra en que se había convertido el coche sin daño alguno.

Alguna de las «trampas» más efectivas se conseguían con ángulos de cámara que presentaban oportunidades magníficas para engañar y entusiasmar. En una de sus primeras películas, el legendario Mack Sennett ponía al público al borde de sus asientos colgando una maqueta de avión sobre un depósito de agua en las colinas de las afueras de Los Ángeles y, filmándola desde diferentes ángulos con tres cámaras, creando la ilusión de que estaba a una altura espectacular mientras una joven se agarraba desesperadamente a uno de los alerones.

¡Y eso era una comedia!

Pero todo esto era en los primeros tiempos de la creación de efectos especiales. Los diseñadores y demás especialistas han avanzado mucho, muchísimo, desde entonces. Por ejemplo, el Departamento de Efectos Especiales de la BBC, que se creó en la década de 1950 se ha ampliado muchas veces y tuvo que trasladarse del complejo de la televisión a unas instalaciones propias en Acton donde constantemente se amplían sus edificios y se diseñan y desarrollan nuevas técnicas.

Pero no necesitas saber cómo hacer una explosión para, escribir sobre una. No es necesario que el guionista, y particularmente el novato, se complique la vida con detalles de las muchas técnicas de efectos especiales que están disponibles hoy en día para los creadores de programas de televisión. Desde luego, con tantos efectos especiales inventados y presentados cada año, sólo aquellos que trabajan mano a mano con los expertos pueden tener la esperanza de mantenerse al día de todas las maravillas visuales que se diseñan. El suyo es un negocio que requiere un altísimo nivel de preparación y que requiere una gran imaginación, experiencia y no poco talento artístico y saber hacer científico.

Si has escrito un guión que requiere algunos efectos especiales, mejor que dejes al productor la tarea de decidir si puede acometerlos y si su presupuesto será suficiente para realizarlos. Cuando se decida a hacerlos, probablemente tendrá que hablar con los diseñadores y los expertos en efectos especiales para asegurarse de usar las técnicas más modernas.

Pero sí hay algunas cosas elementales que debes conocer y que te ayudarán al escribir tu guión. En el último capítulo hemos visto cómo la impresión de un coche viajando de noche por la calle de una ciudad puede crearse en el estudio usando el sencillo efecto de luces que pasan y se alejan. Pero, ¿y si el coche tiene que estar circulando de día? Bien, puede resolverse en el estudio usando la «proyección de fondo» (PF). Para llevar a cabo este efecto, se proyecta una película en una pantalla traslúcida. Los actores hacen su escena en el lado opuesto de la pantalla mientras una cámara de televisión graba tanto sus movimientos como lo proyectado en la pantalla traslúcida. De este modo, un trayecto diurno en coche a través de calles repletas de peatones o un tren expreso que pasa frente a una pareja que espera en el andén pueden parecer reales sin necesidad de sacar a los actores fuera del estudio. Pero la PF requiere mucho espacio en el estudio y ofrece un área limitada para actuar.

También hemos visto cómo, en el guión sobre la Antártida, al cortar de un personaje a su PDV en imágenes de archivo, hemos creado la ilusión de que nuestros actores y cámaras han sido transportados, con gran despliegue de medios y derroche de presupuesto, a la Base Scott para rea

lizar allí un arduo y peligroso rodaje en localización. En el capítulo 3 descubrimos la «trampa» de usar dobles y, por supuesto, no hace falta que te pases media vida trabajando en películas y televisión para saber que regularmente se utilizan suplentes y especialistas para sustituir a los actores estrellas en aquellas secuencias tediosas o peligrosas en las que no hace falta que sean obviamente reconocibles.

Uno de los efectos especiales más comunes que se lleva usando en las películas desde los años del cine mudo se obtiene por el simple acto de colocar una «máscara mate» que hace que parte del campo de visión quede oscurecido. Cientos de veces, por ejemplo, habrás visto a un personaje mirar por unos prismáticos y en la siguiente toma ves lo que está mirando, con toda la pantalla oscura y la imagen tomando la característica forma de las lentes de los binoculares. Siendo más ambiciosos, se puede usar el mismo sistema de máscaras para simular los exteriores de calles y los interiores de grandes salones dentro del estudio, como muestran las ilustraciones siguientes.

En la figura 1 puedes ver el decorado en el estudio con los focos visibles en la parte superior. Éste es el decorado en el que los actores hacen su escena y dicen sus diálogos. El director tiene que asegurarse de que no saquen la cabeza por encima del horizonte de los tejados. La figura 2 muestra una máscara cortada para seguir el contorno de los tejados. Esta máscara se pone después en una impresora óptica para que cuando la película se imprima sólo salga la imagen fuera de la máscara. El director entonces consigue imágenes de un cielo y el experto en mates hace una máscara complementaria a la primera, como vemos en la figura 3. El positivo de la película mostrando los edificios se pasa entonces por la impresora óptica con los edificios enmascarados mientras que al mismo tiempo se pasa por encima el negativo de las imágenes del cielo. El resultado es que el cielo se imprime en el positivo original en el área no enmascarada. La figura 4 muestra las dos imágenes puestas juntas en la misma impresión de película.

La televisión ha avanzado más allá de esta técnica básica de la industria cinematográfica. Ahora ya hace muchos años que el enmascaramiento se hace electrónicamente en el estudio mediante un proceso que se llama inlay, con lo que se evita acudir al laboratorio de procesado de película y también los retrasos que ello conlleva.

Pero los estudios, por supuesto, no tienen techos. La figura 1 y la figura 5 nos muestran la razón. Tanto si se graba en película como con cámaras de televisión, se necesita mucha luz para tomar imágenes nítidas. Para filmar a gente bailando en un salón, por ejemplo, el director tendría que mover la cámara tan atrás que acabaría encuadrando por encima de las paredes del decorado, y los focos y demás artilugios del estudio quedarían a la vista. Se tiene, pues, que hacer «trampa» y poner un techo. Así que se toma a un artista y se le dice que haga un dibujo del techo como se vería desde el PDV de la cámara 1. No tiene que ser del mismo tamaño que el decorado, pero cuando lo enfoque la cámara 2 en un primer plano puede ajustarse para que quede en proporción al decorado.

El primer inlay se desarrolló antes de la introducción del color. El director trabajaba en una mesa especial de inlay que tenía incorporada una pequeña cámara de televisión que apuntaba a una pantalla blanca. En esta pantalla se colocaba una máscara como muestra la figura 7. El resultado de la cámara de inlay se controlaba con un interruptor electrónico. Cuando la cámara veía blanco, conectaba las imágenes de la cámara 1 (el decorado). Cuando la cámara de inlay veía negro, conectaba las imágenes de la cámara 2 (el primer plano del pequeño cuadro del techo). En conjunto, se producía la imagen combinada que aparece en la figura 8.

Esta clase de inlay se ha usado masivamente durante años, pero no sin problemas. Si un actor entraba dentro del área sin máscara, desaparecía o perdía la cabeza, un truco que, por supuesto, se ha utilizado innumerables veces en las comedias. Pero vivimos en una época de grandes avances de la electrónica. Con la llegada del color la BBC introdujo el Colour Separation Overlay (CSO) o Clave Cromática, como se le conoce en la televisión comercial. Aquí, en lugar de un interruptor electrónico que actúa sólo con el blanco o el negro como sucedía en el inlay, se responde a colores particulares, al principio sólo el azul, pero hoy en día cualquier otro color puede usarse para hacer cambios de fondos.

En algunos estudios la proyección de fondo ha sido sustituida por la «PFA» (proyección frontal axial). Este sistema utiliza una pantalla muy reflectante que sólo acepta la luz que se le envía desde una posición determinada. Otro sistema se conoce como Caja de pintura (máscara electrónica) y permite que las máscaras se puedan diseñar con una especie de pincel electrónico con el que se pintan las partes de la imagen que deben enmascararse.

Uno de los encargos más satisfactorios y difíciles que puede recibir un equipo de efectos especiales es la realización de una épica espacial. Es en ese género en el que los últimos avances en tecnología dan el mejor rendimiento. Una maravilla es la Cámara Computerizada de Control de Movimientos que puede programarse para seguir dentro, fuera, arriba, abajo y alrededor mientras el sujeto -un modelo- se queda quieto y las diferentes lentes hacen zooms para dar primeros planos o planos largos según sea necesario. Trabajando con un programa de ordenador meticulosamente preparado, las naves espaciales y los planetas pueden volar alrededor del «universo» a través de nubes depolvo cósmico, evitando por los pelos colisiones desastrosas con meteoritos y naves alienígenas antes de volver con seguridad a la rampa de lanzamiento, situada a su vez en un estudio del cual, por supuesto, jamás se ha movido. Un avance más reciente son las IGO (imágenes generadas por ordenador).

Por supuesto, la utilización de un equipamiento tan avanzado no está limitada a las épicas espaciales, pero si  suena muy técnico y complicado es porque lo es. Por nombrar sólo algunas de sus múltiples facetas, el ámbito de trabajo de los departamentos de efectos especiales incluye explosiones, escenas de batalla, modelos, monstruos y miniaturas, controles electrónicos y por radio, robots, esculturas y reproducciones de museo, fuegos, láseres y coordinación de especialistas. Tendría que ser un escritor muy arrogante, fuera principiante o experimentado, el que quisiera estipular en el guión cómo debe conseguirse un efecto especial determinado. Lo más probable es que los profesionales del tema conozcan una forma diferente y mejor de  conseguir el mismo resultado.

Como escritores, no necesitamos entender exactamente cómo se hacen estas cosas, pero necesitamos ver televisión para aprender la clase de efectos especiales que se están utilizando para estar al tanto de las posibilidades de que disponemos mientras escribimos nuestras historias.

Pero entre todos los aparatos de alta tecnología siguen sobreviviendo muchos de los viejos trucos. Espejos y medios espejos que reflejan una imagen sólo en una cara aún desempeñan su papel en la magia de la televisión y las destrucciones y explosiones han sido siempre y siguen siendo un efecto visual que cuenta con la predilección del público. No pocas veces esas destrucciones escénicas aparentan ser de tal vandalismo que los productores se ven inundados de quejas, como sucedió hace algunos años cuando en un episodio del Doctor Who se voló una vieja iglesia rural y la BBC recibió cientos de protestas. Lo que se destruyó fue, por supuesto, una maqueta a escala que reproducía a la perfección una encantadora y antigua iglesia de pueblo que había aparecido en el rodaje en localización.

Pero incluso volar maquetas de iglesias puede ser peligroso y costar mucho dinero y tiene que haber una sincronización hasta la décima de segundo entre todos los implicados para garantizar que todo se haga de forma eficiente y segura. Hay una historia que circula en el negocio del espectáculo sobre un gran productor de cine que quería mostrar cómo la antigua Roma se consumía en un incendio. Incurriendo en unos gastos enormes, había hecho construir una preciosa maqueta de Roma en una colina. Para asegurarse por triplicado que ni una chispa, ni una lengua de humo iba a quedarse sin ser grabada por las cámaras, preparó tres equipos de rodaje y los colocó uno al pie de la colina, otro a media altura y el último en la cima. Entonces, sentándose cómodamente en su butaca de productor, dijo por el megáfono la palabra mágica, «¡Acción!», y prendió fuego a su maqueta de la antigua Roma. Los pequeños edificios ardieron con furia. Finalmente, cuando los últimos rescoldos se habían convertido en ceniza, el productor selevantó y caminó hacia su primer cámara. «Joey», dijo, «¿lo has filmado todo?» Joey bajó la vista. «Jefe, ha pasado algo terrible. Justo cuando las llamas prendieron mi cámara se rompió y no pude arreglarla.» Sin decir palabra el productor subió por la colina hasta su segundo cámara. «Mike, ¿tienes el incendio de Roma bien enlatado?» Mike parecía aterrorizado: «Jefe, me va a odiar, pero no he podido filmar un solo fotograma. Mi asistente se olvidó de recargar lacámara». Atónito, el productor siguió subiendo hasta que tuvo a la vista al tercer cámara. Entonces levantó su megáfono y en una voz marcada por un deje de cólera contenida le dijo: «¡Hymie! ¡Oh, Hymie! Te habla tu productor.» Y el tercer cámara respondió desde la cima: «¡Listo para empezar en cuanto usted diga, jefe!».

Para el fabuloso momento de la destrucción del puente sobre el río Kwai, la leyenda dice que el productor tenía seis equipos de rodaje filmando en localización simultáneamente. La televisión no puede permitirse ese tipo de gastos. En televisión todo el mundo tiene que pensar y coordinarse al máximo.